Casi 4.000 personas según la organización, 1.200 según la Policía Local han recorrido las calles de Huelva para volver a decir “basta” y expresar su rechazo al proyecto de Fertiberia para las balsas de fosfoyesos, que consiste en tapar con una capa de 30 centímetros de tierra uno de los vertidos más tóxicos de Europa. En esta línea, las decenas de colectivos convocantes exigen a la Junta de Andalucía que no apruebe la Autorización Ambiental Integrada (AAI) del proyecto.
Las balsas de fosfoyesos ocupan en la actualidad unas 1.200 hectáreas de terreno de marisma muy cercano al núcleo urbano de la capital onubense. Su desmantelamiento, los diferentes proyectos para realizarlo, los cuestionamientos medioambientales y sanitarios han sido una constante en los últimos años, así como las demostraciones sociales del rechazo ciudadano a la existencia de esas balsas contaminantes y a las propuestas que no incluyan la limpieza completa de esos terrenos.
El manifiesto leído de las organizaciones convocantes resume la deriva el posicionamiento de parte de la sociedad onubense hacia las vecinas balsas: “El empleo generado no compensa ni de lejos el cáncer colectivo que el polo químico supone para el estuario del Tinto y del Odiel, un foco de contaminación y podredumbre que otorga a la zona el triste honor de ser uno de los lugares más insalubres de Europa y que han supuesto la apertura de expedientes y sanciones millonarias. No debemos olvidar que la retirada de los fosfoyesos que reclamamos es una importante fuente de empleo”.
Una existencia ligada al desarrollo industrial en las marismas
En el año 1964, el dictador Francisco Franco inauguró el Polo Químico de Huelva. Durante esos años, Huelva vivió una expansión demográfica destacable y la ciudad comenzó a crecer... pero no solo creció la ciudad. En el año 1967, la empresa de fertilizantes Fertiberia comienza a verter un residuo blanco, aparentemente inocuo, que en aquel momento no preocupaba a nadie: sulfato cálcico dihidrato o fosfoyeso. Este es el subproducto resultante de la fabricación de ácido fosfórico, un fertilizante ampliamente usado en agricultura intensiva e incluso usado como potenciador del sabor en algunos alimentos (E-338).
El emplazamiento elegido para los vertidos fueron las Marismas del Titán, en la orilla de la desembocadura del río Tinto, donde se encuentra con el río Odiel justo antes de llegar al Océano Atlántico. A menos de un kilómetro, al otro lado de las balsas, se encuentra la ciudad de Huelva. Los vertidos en la zona se prolongan hasta el año 2010, año en el que la Audiencia Nacional ordena el cese de esta actividad.
En el año 2018 el Consejo de Seguridad Nuclear cataloga como “zona afectada por radiación” a las 1.200 hectáreas que suman las superficies de todas las balsas. En sus 30 metros de altura descansan 90 millones de toneladas de residuos radiactivos. Además del fosfoyeso blanco, las balsas tienen cenizas contaminadas con cesio 137 procedentes de la planta gaditana de Acerinox, fosfoyesos negros, cadmio y arsénico.
El temporal Emma
En febrero del 2018, el temporal Emma pasó por toda la Península Ibérica, dejando tras de sí fuertes rachas de viento, agua e intensas nevadas en el norte. La costa onubense sufrió de lleno este temporal, que arrasó la línea de costa tragándose playas enteras y algunas construcciones a pie de estas. Las balsas de fosfoyesos no salieron indemnes. Tras el temporal se constató que residuos sólidos y líquidos se filtraron al cauce del Tinto, poniendo en entredicho la seguridad y estabilidad de las balsas frente a otros temporales o incluso tsunamis provocados por la intensa actividad sísmica de la zona.
Las posibles soluciones
Una de las primeras soluciones que se barajaron era el traslado de los residuos a vertederos creados a tal efecto homologados y seguros, una opción que aparece en un informe de 2010 de la empresa de gestión medioambiental de la Junta de Andalucía. Dicho informe pone de manifiesto la inviabilidad de esta opción debido a la gran cantidad de masa a trasladar: “Dado la intensa densidad de tráfico de camiones prevista, durante un tiempo que, como se explica más adelante, puede rondar las tres décadas, exigiría la construcción de una completa red viaria de accesos y salidas”, haciendo que la obra sea altamente costosa.
Entre los inconvenientes de este plan está la peligrosidad del transporte de los residuos en sí, siendo el límite de transporte viable los 100 kilómetros de radio. Aquí entra en juego la situación geográfica de Huelva: “Cabe destacar que la cercanía de la costa y de la frontera con Portugal reduce considerablemente la extensión del área a considerar. También se ha señalado la presencia de ecosistemas protegidos como los del Paraje natural de Marismas de Odiel, Parque Natural y Parque Nacional de Doñana, Parque Natural Bahía de Cádiz, Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche, o Parque Natural Sierra Norte. Ha de tenerse en cuenta la existencia de núcleos urbanos grandes, como las ciudades de Huelva o Sevilla”.
Otro de los impedimentos es la cuestión moral en sí, como ya ha destacado Rafael Gavilán, portavoz del grupo político Mesa de la Ría: “No queremos contaminar otros lugares con nuestros residuos tóxicos”. Muchos onubenses creen que los fosfoyesos son un problema que nació en Huelva y debe morir en Huelva.
El proyecto de desmantelamiento de las balsas de fosfoyesos con más aplaudido se basa en el reciclaje de los residuos. Este proyecto pasaría por crear una planta de reciclado en la misma balsa o muy cercana a esta, que procese los residuos. Gran parte del volumen de los fosfoyesos es el yeso en sí mismo, que se podría descontaminar y reutilizar en el sector de la construcción, reduciendo considerablemente el volumen de las balsas. Esta opción, aunque muy sonada, siempre ha sido vista como irrealizable, debido al gran desembolso económico que ni la empresa causante de los vertidos ni las Administraciones están dispuestas a pagar.
La solución de la discordia
Fertiberia en ningún momento contempló ninguna de las opciones anteriores y siempre mantuvo que la mejor opción -la más económica- era el soterramiento de las balsas y la reforestación posterior de las mismas. Pero es la empresa la única que parece estar plenamente satisfecha con esta solución. Para los colectivos onubenses es un insulto y una irresponsabilidad para con la marisma que contaminaron. Además, el plan de la empresa no tiene en cuenta la inestabilidad del terreno, el cual se teme que colapse al ponerle más presión encima, con el riego de que se repita un desastre como el de Aznalcóllar, cuya balsa reventó en 1998 liberando millones de toneladas de lodos tóxicos que se quedaron a las puertas de Doñana. En el caso de Huelva los residuos llegarían directamente hacia el Atlántico, pasando antes por el Paraje Natural de Marismas del Odiel, uno de los humedales más importantes de Europa y por donde pasan numerosas especies de aves en su proceso migratorio.
“El proyecto de Fertiberia vulnera la Ley de Costas, porque consolida un uso industrial en un dominio público marítimo terrestre, porque genera una pantalla de más de 30 metros de altura. El proyecto no realiza evaluaciones obligatorias sobre los efectos del cambio climático y su impacto en la salud de la población cercana”, señala el comunicado difundido por las organizaciones convocantes de la manifestación de este jueves, y añade que “ignoran las evidencias científicas de deformaciones y microfallas activas que advierten los geólogos de la Universidad de Huelva”.
Con todo este escenario el plan de la empresa tiene el visto bueno del Gobierno central y de la Junta de Andalucía. El beneplácito de las instituciones al proyecto de Fertiberia es también motivo para que decenas de organizaciones y colectivos se han unido en la manifestación celebrada en la tarde de este jueves para pedir a la Junta que no apruebe la Autorización Ambiental Integrada (AAI) a dicho proyecto, que consiste en tapar con una capa de tierra de 30 centímetros los apilamientos de fosfoyesos de 30 metros de altura.